Por Rey Jota 466q2n
En plenos años setenta el box y la categoría de los pesos pesados vivían un auge que no se volvió a repetir aún hasta nuestros días. El estandarte de esta era dorada fue quien es considerado el más grande boxeador de todos los tiempos por muchos: Muhammed Alí. Pero no sólo por el box es que Alí construyó su legendaria carrera. Además, hizo gala constante de sus dotes frente a las cámaras de televisión, que lo hicieron una de las figuras mediáticas más deseadas de la época. Es probablemente en este punto de la historia del deporte en donde cada pelea pasó a transformarse en una historia en sí misma, con los intercambios de polémicas entre los púgiles, un drama que hacía subir la expectación del público a los máximos niveles y por ende hacían del evento un gran éxito mediático y comercial en el que todos se veían beneficiados.
¿Qué pasa en el mundo del póker con la relación entre sus máximos exponentes y los medios de comunicación? El fenómeno que provocó el triunfo de Chris Moneymaker en el Main Event de la WSOP 2003 tiene una explicación clara: todos nos sentimos identificados con aquel gordo simpático que con su gesta hizo que sintiéramos que en el poker todo era posible, y los pequeños jugadores anónimos teníamos una chance de llegar a lo más alto si nos esforzábamos. ¿Pero que pasó después? ¿Siguen los jugadores de poker profesionales más importantes a nivel nacional y local inspirándonos como antaño?
Daniel Negreanu es un ejemplo de todo lo que sí debe hacerse para seguir alimentando la mítica mediática de un deporte. El “Kid Poker” publica constantemente columnas, se toma fotos con los aficionados y comparte con ellos, ha participado en producciones cinematográficas sobre su vida y se ha convertido en el rostro comunicacional más importante de PokerStars, siendo una de las caras visibles no solamente de su propia leyenda sino de la industria entera. Phil Hellmuth es otro que entendió los códigos: sus particulares reacciones agresivas ante los bad beat atrajeron la atención de muchos alrededor del mundo y el “Poker Brat” se hizo cargo, entregándose a la exposición mediática e impulsando su personaje con sus famosas entradas disfrazado al Main Event de la WSOP, entre otras curiosas excentricidades que le dan al juego un sabor extra.
Otros en cambio no parecen enterados que sus propios futuros éxitos dependen de la salud mediática del poker. Jugadores de “bajo perfil” que arguyen que a ellos sólo les interesa jugar y ganar y no dar entrevistas ni ser parte de los medios ni exponerse a estos son mayoría. ¿Cuánto conocemos realmente en Chile a nuestros propios ídolos del poker? ¿Sabemos que ganan millones de dólares presencialmente y online? ¿Conocemos al menos a los cinco mejores? ¿Conocemos algo de su manera de pensar el juego, de la opinión que tienen de sus rivales o de la realidad del poker a nivel mundial? Si es que esto no ha ocurrido, queremos que ocurra cuanto antes, porque una afición siempre va a querer conocer e identificarse con sus ídolos y tenerlos como guía, sobre todo en un deporte mental como el poker en que no existen las limitaciones físicas propias de los deportes convencionales y todos somos susceptibles durante toda la vida a convertirnos en un grande.
¿Importa que los jugadores comiencen a preocuparse más de estos asuntos? Claro que importa, porque en la medida que el poker es más popular más personas pagan entradas para los torneos que finalmente son dominados por ellos mismos. Importa porque para masificar el poker y hacerlo un deporte en las mentes de las personas necesitamos ídolos, personajes que muestren sus emociones y sus sentimientos y nos permitan sentirnos interpretados. Porque finalmente no se trata sólo de títulos y dinero, sino de cómo a través de la pasión por un deporte y los ídolos simbólicos de su práctica construimos nuestra propia identidad.